En alguna ocasión he llegado a sentir como la arquitectura, ya sea por la armonía de las líneas o por la delicadeza con que ha sido concebido, puede llegar a hacernos interpretar dicho espacio como un lugar de gran serenidad, en donde nosotros, como personas, nos sentimos cómodos, incluso como si de algún modo, nos sintiéramos hechizados.
Conocía su estudio floral, y tanto que lo conocía, no es difícil encontrarse con una fotografía tomada en él en las redes sociales, yo misma sin ir más lejos, le dediqué un artículo completo en Singulares Magazine #9. Y es que el estudio floral de Manuela de Gang and the Wool, es considerada no en vano, de las floristerías más bonitas del país. Pero no fue hasta hace algunas semanas, cuando tuve la ocasión de coger dirección Vallvidriera, y descubrir en directo este idílico lugar, un espacio ubicado en medio de la montaña presidido por un invernadero y una gran mesa de madera donde Manuela da forma a sus creaciones florales.
Con aires de construcción efímera, este rincón propio de una terraza o de un jardín con cobertizo, supone un ejemplo inequívoco del potencial que conlleva disponer de un espacio de estas características en nuestras propias viviendas, por la facilidad con que puede ser reproducido. Decorado con objetos de Ikea, se ha creado una zona de asientos a partir de los ya populares palés, con la diferencia de que en esta ocasión han sido cubiertos por una carcasa a medida de madera pintada de blanco, una solución que embellece su aspecto, del mismo modo que lo hacen los objetos colgados de la pared, creando un espacio de almacenaje del todo decorativo a partir de una sencilla caja de madera, que ha permitido reunir aquellos libros propios de una agradable lectura veraniega donde una lámpara ya entrada la noche, permite proseguir con la novela.