En el corazón de París, a escasos metros de algunos de los edificios más suntuosos e imponentes de la ciudad y en el interior de un patio que rezuma romanticismo, justo ahí se sitúa el estudio de un pintor que hace de la luz natural, una herramienta más de su proceso creativo. Se trata de construcción datada de la segunda mitad del siglo XVIII que siguiendo las tendencias de la época tiene el hierro como material principal y que junto al vidrio ofrece una calidad lumínica que accede a través de su techo de cristal. Luz preciada por cualquier artista que tras la rehabilitación del espacio se ha preservado gracias a la geometría en forma de abanico de la nueva estructura, realizada en madera y policarbonato que divide el espacio en dos plantas para albergar una zona de exposición en el piso superior.
