Acabados clásicos o líneas minimalistas, cientos de utensilios a la vista o encimeras vacías, el debate se encuentra en dos polos enfrentados y me siento incapaz de decantar la balanza hacía ninguno de los dos estilos de cocina por los que suspiro. Idílico el primero, este estilo de cocina la imagino empleada en segundas residencias ya sea junto al mar o en plena montaña, allí en dónde el tiempo parece transcurrir con mayor lentitud. Una estética antigua que es reforzada con cada uno de los elementos dispuestos a la vista, convirtiéndose en un espacio para ser vivido y también, ensuciado.
